domingo, 12 de julio de 2009

Cuerpos: lo material y lo simbólico

Preguntas sobre el cuerpo

Por Andrea Trotta y Félix Torrez

2006-2007

Bucear sobre cuerpo

Buceamos por los recovecos más ignotos de la superficie del cuerpo, porque así como el exceso de información no da lugar a la reflexión y el silencio necesario para ella se opaca, la procacidad con que se apela al cuerpo desnudo en los medios no da lugar a su contemplación. El cuerpo se reduce a un objeto y luego se transforma en fetiche. La superficie del cuerpo se adora, pero ¿qué superficie es la que se adora?, ¿la de cualquier cuerpo? no. Se alaba a un cuerpo específico conforme a los cánones de belleza que dominan hoy el discurso. Y todas sus asperezas, sus marcas, manchas, cicatrices, protuberancias, rugosidades se ocultan tras una pantalla de perfección.

Mostramos al cuerpo con sus supuestos defectos para resignificar su denso valor simbólico. Gestamos una comunión con él, lo escarbamos, con minuciosidad ponemos la lupa en ese cuerpo “deforme” para resaltar, en esa deformidad, lo bello.

Esas arrugas que la realidad actual las muestra como defecto, les hemos dado un lugar que, tras su forzosa contemplación, se nos vuelve atractivo, un mundo fascinante para descubrir, sinuosos caminos para transitar y perderse. Poros por los que quisiera uno estar dentro, caminarlos, conocerlos.

Sentimos la enajenación del cuerpo respecto de la naturaleza y de la relación con otros cuerpos como un escollo contra el que nos rebelamos.

No queremos que algo considerado “feo” sea mostrado como un hecho estético simplemente, sino que lo feo atraiga al espectador y que lo encuentre bello en sí mismo.

El ritual de comerse

El animal que encarna un intérprete en un ritual no es el hombre con disfraz, sino el animal mismo, así como para los cristianos la ostia y el vino no son tales, sino el cuerpo y la sangre de Cristo. No es una simple representación, sino la presentación, la puesta en escena, de aquello a lo que se remite.

El hombre que hemos de servir en vuestra mesa, no es más que usted mismo. El ritual invita a devolverle a su cuerpo lo que le fue arrebatado en su afán por formar parte del mundo.

Los diversos mecanismos de dominación bajo la forma de norma, ley o pauta social, hace pensarnos a nosotros mismos como una masa amorfa a la que hay que ajustar y quitarles todo tipo de “imperfección” hasta lograr un “cuerpo perfecto”. Pero, ese cuerpo no es nuestro, sino una producción dócil y maleable, porque lo que se construye no es simplemente un cuerpo, sino una subjetividad, un sujeto. Es así como vamos perdiendo identidad, particularidades propias, con lo cual, esa construcción no es más que un modelo del deber ser.

Y el cuerpo es mutilado…

Sabemos, además, que la salud, como la educación y los bienes simbólicos, como ciertos circuitos artísticos, son clasistas. No es difícil encontrar a una persona de clase baja sin dientes… ¡Como si no sirvieran de algo! Tratan de salvar una extremidad (brazos, piernas), a veces, como si las piezas dentarias no lo fueran.

Te quitan a lo largo de la vida la vesícula, las amígdalas, forúnculos, ovarios, testículos, como si nada fuera de mayor importancia.

Pero sí es importante quitar arrugas, vellos, granos, cutículas, grasas, dientes con morfologías extrañas por otros delineadas como por un cincel.

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